improvisaciones y aprovisionamientos

cuentos, garabatos improvisados; también pequeños destellos en forma de palabras que uno va encontrando por ahí­
One Figure, Juan Muñoz
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Nombre:
Lugar: Barcelona, Cataluña, Spain

31.1.05

Apunte calljero, Oliverio Girondo

En la terraza de un café hay una familia gris. Pasan unos senos bizcos buscando una sonrisa sobre las mesas. El ruido de los automóviles destiñe las hojas de los árboles. En un quinto piso, alguien se crucifica al abrir de par en par una ventana.

Pienso en dónde guardaré los quioscos, los faroles, los transeúntes, que se me entran por las pupilas. Me siento tan lleno que tengo miedo de estallar... Necesitaría dejar algún lastre sobre la vereda...

Al llegar a una esquina, mi sombra se separa de mí, y de pronto, se arroja entre las ruedas de un tranvía.


De VEINTE POEMAS PARA SER LEÍDOS EN EL TRANVÍA, OLIVERIO GIRONDO


27.1.05

Si un día me besaras

Estábamos merendando mi amiga y yo en la orilla del río, si es que los ríos tienen orilla, cuando vimos pasar transportada por la corriente a la mujer-ahogada. Era una mujer joven y bella, como es típico en los cuentos. Llevaba un vestido lleno de volantes y vuelos que emitía destellos de oro, y entre las manos sujetaba un ramo de flores que al irse deshojando dejaba un rastro policromático, si es que esa palabra existe. Al pasar por el tramo del río en el que mi amiga y yo estábamos merendando, giró su bello rostro hacia nosotros, nos guiñó un ojo y nos dedicó una sonrisa de carnaval. La vimos perderse tras un recodo del río, pero su larga cabellera roja, como el rastro de un cometa, continuó a la vista durante un buen rato.
Luego el mundo tembló como si lo hubieran metido dentro de un bafle. Al instante se nos presentó, del otro lado del río, una reata de hombres a caballo. Uno de ellos, con aires de principe y un bigotillo de gato que indicaba las cuatro menos veinte, oteó el horizonte protegiendo sus ojos con una mano y después dio una voz. De nuevo, entre retemblores, se nos quedó el paisaje limpio y cristalino; y el sol se sonrojó al rozarse siquiera con las montañas que delimitan el horizonte.
Vi una mosca acercarse por estribor.
-Esa es para ti –le dije a mi amiga dándole un golpecito disimulado con uno de los codos de mi anca.
-No me hagas la rosca que no te voy a besar, no sea que me salgas bigotudo –contestó mi amiga.

26.1.05

Principios de niño (Henry Michaux)



No se puede vivir sin principios. Si un caballo perdiera sus principios, moriría en el acto. A continuación, algunos principios de un niño.


1


En África, los elefantes atropellan a los camellos.


2


Los payasos no tienen padres. ¿Alguna vez conoció al padre de un payaso? ¿Ya vio?


3


Los caracoles sin cuernos se vuelven completamente tontos.


4


Si juntáramos el ‘’mañana’’ y el ‘’hoy’’, seguramente tendríamos un ‘’pasado mañana’’.


5


Los árboles muertos no dejan de portarse bien.


6


Por bravo que sea, ningún policía ha traído preso al sol.


7


Un peral con manzanas es otro árbol.


8


Los peces que saltan están aburridos.


9


Un kilo de mariposas no pesa, a menos que las mariposas estén dormidas. Papá dice algo distinto, pero nunca ve a las mariposas.


10


Las gallinas no ponen huevos. Nadie los pone. No hay manera de ponerlos. Los desentierran.


11


Las antílopes más soñadoras sueñan con acariciar el suave pecho de los tigres.


12


Hace tiempo que el sol derritió a su muñeca, estaba a la derecha de la luna. Desde luego, nadie se acuerda.


13


Las hormigas hablan muy bajo.


14


En África, los tapetes donde la gente educada se limpia los zapatos son cocodrilos muertos.


15


Las avispas vienen a juzgar cómo se hace la mermelada en este país.


16


La nariz, la boca, las orejas, los ojos, la barbilla y puesto que las orejas y los ojos son dos, tenemos 7 es decir, una semana. O bien, un pelotón de esos sólidos soldados (como los de mi caja verde) que combaten gloriosamente por Francia sin perder su quepis, porque mañana deberán usarlo de nuevo.


17


Los leopardos miopes sólo dan pequeños saltos.


18


Las hormigas de cola rara vez salen.


19


Los indios calvos ya no se vengan


20


De noche, los estanques se ponen de pie y dicen ‘’ya no estamos muertos’’. Se ponen de pie y juntan el agua alrededor de ellos, en pliegues. Al irse, dejan un hoyo inmenso, ruedan y se resbalan, inclinados como barriles, altos como catedrales, por carreteras donde de día circulan tantos coches, conducidos por ciegos con lentes verdes.


En las madrugadas, los estanques, límpidos al principio, se revuelven y sacan cosas a la superficie (hormigas). Abrumados por ese peso, dicen ‘’Nos vamos mañana temprano; sí, mejor mañana’’. De allí que al amanecer todos hayan regresado a su hoyo, apartando a los rosales. Pero cuando hay patos en los estanques, ¿cómo hacen todo esto?


21


Los peces mueren con los ojos abiertos.




24.1.05

El hombre-gallo

El hombre-gallo trepa a las azoteas de la ciudad, se encarama a una antena y se atusa su prodigiosa cresta de fuego; el hombre-gallo es muy presumido y se acicala contemplando su reflejo en un fragmento de Luna que ha robado a un charco. Cuando llega el momento, el hombre-gallo hincha su pecho y, poniendo las manos entorno a la boca, espera a que la madrugada eyacule el primer chorro de claridad. Entonces grita con todo el esplendor de su siringe humana:
-¡Buenos días, mundo!
Llenas de alborozo por el anuncio de un nuevo día, todas las mujeres-gallina se van desperezando lentamente, bostezan, estiran los brazos, algunas incluso abren una ventana y asoman la cabeza para saludar al hombre-gallo.

19.1.05

Magia

-Cariño, me voy al trabajo –dijo el señor Martínez encasquetándose el sombrero de bombín, y acto seguido se dirigió al cuarto de estar, ¿se llama así?, dibujó con tiza una puerta en la pared y desapareció tras ella.
-Un día me enteraré de en qué asuntos turbios andas metido –dijo la señora Martínez agitando una espumadera -. Ah, si supiera yo dibujar.

El océano y el frasco

De Historias Mínimas, Javier Tomeo, Editorial Anagrama.


Mar embravecido. Sobre las olas, minúsculo, el barquito de chimenea roja Agarrados fuertemente al mástil, el FILÓSOFO NÁUTICO (tierno compañero de la infancia, a quien uno no desearía ver envejecer) y el MARMITÓN (a quien uno no conoce, pero que puede imaginarse fácilmente con un rostro apretadito y dulce, como hecho de mazapán de Toledo)

MARMITÓN. (A voz en cuello, para hacerse oír por encima de los bramidos del viento.) Pocas veces he visto el mar tan alborotado.
FILÓSOFO. Es cierto, pocas veces.
MARMITÓN. Usted, sin embargo, no parece tener miedo.
FILÓSOFO. No, no tengo miedo.
MARMITÓN. ¿No piensa que nuestra situación es muy comprometida?
FILÓSOFO. (Esbozando una sonrisa.) Muy comprometida, tiene usted razón.
MARMITÓN. Nos mantenemos a flote por puro milagro. Cualquier golpe de mar puede ser el definitivo.
FILÓSOFO. También eso es cierto.
MARMITÓN. ¿Y no está usted asustado?
FILÓSOFO. No, no lo estoy.
MARMITÓN. (Admirado.) ¡Es usted un hombre valiente!
FILÓSOFO. ¡Oh, no se trata de valentía, mi joven amigo!
MARMITÓN. ¿De qué se trata entonces?
FILÓSOFO. (Señalándose la frente con el índice y agarrándose ahora con una sola mano al mástil.) Se trata de locura.
MARMITÓN. No le entiendo. ¿Qué quiere usted decir?
FILÓSOFO. Quiero decir (vuelve a señalarse la frente con el índice), que aquí dentro reúno toda la fuerza del absurdo.
MARMITÓN. ¿Y qué significa eso?
FILÓSOFO. (Decidiéndose a entrar en acción, como si la broma del mar tempestuoso hubiese durado ya demasiado tiempo.) ¡Mire, fíjese bien!

Saca un pequeño frasco del bolsillo trasero del pantalón y empieza a llenarlo de agua de mar, sin que la botellita llegue a colmarse nunca. Es una labor fatigosa, pero al cabo de cierto tiempo –aunque el tiempo, en tareas de envergadura, es lo que menos importa- el océano se seca y el barquito encalla resoplando en una gran llanura repleta de peces plateados, que colean desesperadamente.

MARMITÓN. (Maravillado, sin dar crédito a sus ojos.) ¡Oh!

Silencio. El FILÓSOFO NÁUTICO enrosca el tapón de su frasco prodigioso y, por debajo del fiero nordeste, sonríe beatíficamente al ver aparecer, en lontananza, el primer camión de la columna de rescate.


Teletransportación

El loco del pueblo grita de repente ¡TELETRANSPORTACIÓN! y cruza la plaza del ayuntamiento en un impresionante spring que concluye cuando el loco del pueblo se empotra contra el muro de la iglesia. Entonces el loco del pueblo, con una brecha de un palmo en la cabeza, es transportado por la ambulancia hasta el hospital, que está a más de cien kilómetros del pueblo.

18.1.05

Western

Un coyote aulló, una montaña escupió al cielo el hueso mondo de la Luna, y en medio del desierto se levantó un escenario de western. Un pistolero a cada lado, o un maniquí de pistolero. Las manos tiesas junto a las cartucheras de plástico y en los ojos una furia narcisista. El pianista tuerto se quitó el mostacho para beber zarzaparrilla. Las bailarinas de cancán se fueron a una fiesta rave. Oh, yes. It’s nice. A fuera, en la western street improvisada, el malo que siempre se esconde mató una armónica con sus propias manos. El viento chutó la pelota de un matorral. Un coyote aulló, una montaña escupió al cielo el hueso mondo de la Luna y cada uno de los pistoleros, o cada uno de los maniquís de pistolero, estiró su brazo de GORE-TEX®. Se escuchó una única detonación en dolby surround. Las balas se cruzaron un micro-instante, el tiempo suficiente para enamorarse una de la otra: tan bellas, tan estilizadas, tan iguales una a la otra. Cómo se añorarían luego ya durante el resto de sus trayectorias, cómo palpitarían de amor en cada revolución sobre sí mismas, con qué ahínco se obstinarían en negar su destino, en retener en su corazoncito de metal el calor de una emoción nunca antes vivida. Pero no conocemos si en algún momento de esta breve historia llegarían a darse cuenta de que las dos eran una misma bala, no sabemos si se percatarían de este detalle antes de estrellarse contra aquel inmenso espejo que reflejaba una calle de western. Un coyote aulló, una montaña escupió al cielo el hueso mondo de la Luna y un par de indios, no quedan muchos más, hicieron señales de humo en una fogata que ardía en un vertedero tóxico, obsequio de nuestra maravillosa civilización.

Historia natural de la Luna

En la Luna la vegetación es escasa. Podemos decir de la fauna que es muy reservada y huidiza, especialmente las aves.


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