Icaria
Contemos una historia para relajarnos: hubo una vez un país llamado Icaria, ¿o era sólo una región? Eso que lo discutan los amantes de las polillas. Los habitantes de ese país eran seres hermosos, no conocían la ropa y se trataban el rostro con polvo de oro. En la fase avanzada de la infancia, a estos seres les brotaban alas, inmensas alas metálicas. Los amaneceres constituyan para ellos un himno y una ceremonia. Se estiraban en el tibio aire de la mañana para recibir los primeros rayos del sol, que asimilaban directamente a sus corazones. En el mediodía ensayaban el vuelo. Era un espectáculo hermoso, una vida hermosa. Bella y olvidada Icaria. En el atardecer, los más antiguos se lanzaban desde altos farallones de cal y volaban hacia el sol, hacia el sol, hacia el sol. Era un viaje hermoso. Pero en este punto del espacio y el tiempo no existe Icaria. El viajero pasa por una tierra desolada y árida. Puede ocurrir que un remolino de viento llevé hasta él un par de plumas doradas. Quizás tome una entre manos. Seguramente no comprenda nada.