improvisaciones y aprovisionamientos

cuentos, garabatos improvisados; también pequeños destellos en forma de palabras que uno va encontrando por ahí­
One Figure, Juan Muñoz
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Nombre:
Lugar: Barcelona, Cataluña, Spain

19.1.05

El océano y el frasco

De Historias Mínimas, Javier Tomeo, Editorial Anagrama.


Mar embravecido. Sobre las olas, minúsculo, el barquito de chimenea roja Agarrados fuertemente al mástil, el FILÓSOFO NÁUTICO (tierno compañero de la infancia, a quien uno no desearía ver envejecer) y el MARMITÓN (a quien uno no conoce, pero que puede imaginarse fácilmente con un rostro apretadito y dulce, como hecho de mazapán de Toledo)

MARMITÓN. (A voz en cuello, para hacerse oír por encima de los bramidos del viento.) Pocas veces he visto el mar tan alborotado.
FILÓSOFO. Es cierto, pocas veces.
MARMITÓN. Usted, sin embargo, no parece tener miedo.
FILÓSOFO. No, no tengo miedo.
MARMITÓN. ¿No piensa que nuestra situación es muy comprometida?
FILÓSOFO. (Esbozando una sonrisa.) Muy comprometida, tiene usted razón.
MARMITÓN. Nos mantenemos a flote por puro milagro. Cualquier golpe de mar puede ser el definitivo.
FILÓSOFO. También eso es cierto.
MARMITÓN. ¿Y no está usted asustado?
FILÓSOFO. No, no lo estoy.
MARMITÓN. (Admirado.) ¡Es usted un hombre valiente!
FILÓSOFO. ¡Oh, no se trata de valentía, mi joven amigo!
MARMITÓN. ¿De qué se trata entonces?
FILÓSOFO. (Señalándose la frente con el índice y agarrándose ahora con una sola mano al mástil.) Se trata de locura.
MARMITÓN. No le entiendo. ¿Qué quiere usted decir?
FILÓSOFO. Quiero decir (vuelve a señalarse la frente con el índice), que aquí dentro reúno toda la fuerza del absurdo.
MARMITÓN. ¿Y qué significa eso?
FILÓSOFO. (Decidiéndose a entrar en acción, como si la broma del mar tempestuoso hubiese durado ya demasiado tiempo.) ¡Mire, fíjese bien!

Saca un pequeño frasco del bolsillo trasero del pantalón y empieza a llenarlo de agua de mar, sin que la botellita llegue a colmarse nunca. Es una labor fatigosa, pero al cabo de cierto tiempo –aunque el tiempo, en tareas de envergadura, es lo que menos importa- el océano se seca y el barquito encalla resoplando en una gran llanura repleta de peces plateados, que colean desesperadamente.

MARMITÓN. (Maravillado, sin dar crédito a sus ojos.) ¡Oh!

Silencio. El FILÓSOFO NÁUTICO enrosca el tapón de su frasco prodigioso y, por debajo del fiero nordeste, sonríe beatíficamente al ver aparecer, en lontananza, el primer camión de la columna de rescate.



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