Hasta hace poco pensaba que la verdadera religión es el arte. Había trastocado el casillero. Así, la religión sería en realidad la política; la política en realidad el mercado y el mercado la jungla, o el ejército. Por decir algo, por decir algo.
Pienso ahora que la verdadera religión es el silencio, y la quietud el único templo. Pero el silencio no es sólo el silencio: una tormenta puede ser el silencio. ¿Por qué algunas cosas sólo se pueden expresar contradictoriamente? El arte es entonces sólo una actitud. ¡Ni que fuera poca cosa! Una libélula congelada en el aire, la mirada azul de un campesino que jamás hubiera pisado una oficina, la solemnidad con que un roble milenario se deja partir por la sierra. Sólo existe el silencio y la actitud en el silencio. Un hombre que mata es un hombre que llora. Un hombre que besa es un hombre que ríe. Un hombre en silencio no es un hombre, es un dios.