improvisaciones y aprovisionamientos

cuentos, garabatos improvisados; también pequeños destellos en forma de palabras que uno va encontrando por ahí­
One Figure, Juan Muñoz
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Nombre:
Lugar: Barcelona, Cataluña, Spain

23.2.05

Díptico del Sol

I
El niño emperador soñó que hacía volar su cometa tigre en la explanada del palacio imperial, en un día de sol esplendoroso. El niño emperador despertó a media noche y tocó dos imperiales palmas. Al instante se le presentó un sirviente con la bacía de los orines.
-Quiero que salga el sol –dijo el niño emperador al atónito sirviente.
-Majestad ¡es media noche! –repuso el sirviente, doblado en una reverencia.
-Guardias, llevaos a este cretino y azotadlo hasta la muerte. Ordenad que vengan los sabios.
Al rato volvió la guardia con los sabios imperiales, que se postraron ante la infantil majestad.
-¿Qué desea su alteza? –dijo uno de los sabios, que lo era un poco menos que el otro.
-Quiero que salga el sol.
-Majestad, no está en nuestro poder influir en el curso de los astros.
-Guardias, descuartizad a este idiota –dijo el niño emperador, y luego increpó al sabio restante, quien respondió.
-La cuestión, su alteza, es que la Luna se ha apoderado del cielo, le corresponde a ella, en esta fase del día ejercer su reinado de sombras. La única posibilidad, su alteza, sería arrestar a la Luna, liberando así al cautivo Sol.
-Pues así sea –dijo el niño emperador- ¿no represento yo acaso un puente entre lo sagrado y lo terrenal?, ¿no estoy aquí para imponer mi voluntad a las cosas del cielo y de la tierra? Guardias, arrestad a la Luna y confinadla en la más profunda gruta.
Los guardias cruzaron una elocuente mirada entre ellos y acto seguido se atravesaron el uno al otro con sus sables, quitándose la vida mutuamente.
-Bah, qué aburrido me tenéis. No se os pude pedir nada. Largaos, ahora quiero dormir –sentenció el niño emperador, mientras arropaba sus tigres de felpa.

II

Yan Li, la poetisa, caminaba espectral por el sendero orillado de bambúes, cuando se topo con el loco que vive en los árboles y que pesa menos que una hoja de ginko. El loco, haciendo un volatín de kunfú se le plantó delante.
-¿Adónde vas poetisa? –dijo el loco, libando de su calabaza.
-Voy a quitarme la vida en el lago de los siete colores.
-¿Por qué?
-No merece la pena vivir en mundo incapaz de conceder el Sol a un niño que lo pide.
-Vaya –dijo el loco mientras se le iluminaban los ojos al beber de su calabaza, donde se encontraba cautivo el Sol.


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