improvisaciones y aprovisionamientos

cuentos, garabatos improvisados; también pequeños destellos en forma de palabras que uno va encontrando por ahí­
One Figure, Juan Muñoz
Visita el foro Escritores Furtivos

Nombre:
Lugar: Barcelona, Cataluña, Spain

3.5.05

Los héroes dormidos



a todos los niños víctimas de la estupidez imperialista, y también de la pasividad y la cobardía de el resto, entre los que me incluyo




La percepción en conjunto de un objeto repetido hasta la infinitud tiene la característica de destruir el objeto inicial, de desproveerlo de sus atributos. Una sola aeronave destructora es terrible. El fuselaje vibrante, la energía contenida en las articulaciones, el odio frío despuntando en las bocachas cromadas; esa belleza incoherente del diseño. Dos aeronaves anexas duplican estas sensaciones. A partir de la quinta la impresión producida da un giro sobre sí misma. El conjunto impresiona por conjunto, por sobreabundancia, pero los atributos iniciales quedan difusos e incomprensibles. Y el ojo, siempre reduccionista, se solaza con el primer cinturón de aeronaves, y con el segundo, y con el tercero. Anillos resplandecientes que se ciñen sobre el planeta Zinimú (el pequeño planeta Zinimú) como las ondas que un guijarro provocaría en un estanque de aguas negras y brillantes.

¿Pintar el planeta Zinimú? Una mancha ocre en la inmensidad, un ascua en perpetuo declive.
¿Más detalle? Usaría una paleta breve: ocres pálidos, ya digo, para las vastas superficies. Ocres para un vacío que se repliega sobre sí mismo, exultante, ondulante, cambiante. Vació barrido por el viento, que es un vacío aéreo. Luego están los abismos, tránsito del ocre hacia el negro, abrupto giro del vacío hacia la nada. A cada tanto una inmensa boca abierta, un grito sordo, una mueca retorcida o una sonrisa enigmática. Por último, un trazo de color, aquí o allá, para registrar una túnica que enfrenta el viento, o la gualdrapa de un animal de tiro sobre la que restalla una fusta.

¿Y la música?, ¿qué efecto produce en el conjunto?, ¿es omnipresente? Sí, en cierta medida, como todo lo omnipresente. Vibra incesante, reproducida por los altavoces, por todos y cada uno de ellos, en la faceta frontal de las aeronaves. ¿Se escucha en Zinimú? Sí, claro, es esa música, ELLA, para los nativos un evento más, como los soles, las tempestades de oro, o la necesidad depredadora de las bestias. Se sospecharía que los animales de carga han aprendido a acompasar con ELLA el ritmo de sus huesos mientras vadean las dunas, se sospecharía también que hay una secreta comunión entre las melodías y la invisible transformación de orográfica de Zinimú.

Los Zinimuníes son muy parecidos a los humanos; pero más estilizados, como si los estiraran a menudo. Ah, sí, los ojos. En sus ojos habita un resplandor tranquilo que les brota del espíritu, y que hace recordar la luz que se filtra por los vitrales de en un templo. Los ojos de los Zinimuníes son ojos de animales pacíficos.

¿Unos aguafuertes de Zinimú?
El costillar de una bestia sobre la arena como una mano que escarbase.
Un zinimuní acuclillado, nervudo tal que hecho de sogas, que sostiene una lanza con la que acecha a una especie de lagarto.
Un conjunto de chozas de forma cúbica, de cuyas fachadas cuelga peletería y tinglados de metal.
Un zinimuní dominando su animal de tiro al borde de un abismo.
Una hembra zinimuní, fuerte como un toro, que da a luz al amparo de un peñasco.
Zinimuníes bailando, riendo; tras ellos el inmenso vacío: es conmovedor ver la sonrisa blanca de un zinimuní.
Un zinimuní roto bajo una sombra, un quebramiento tranquilo; porque los zinimunís no envejecen, se van rompiendo, cuarteando. Los zinimunís se erosionan hasta fundirse con el paisaje.
Una apuesta de soles: los dos soles de Zinimú se acuestan despacio sobre el horizonte, como dos amantes nuevos.

¿Una reproducción? No, no: un músico. La música es ejecutada por un músico. Cómo describirlo… Está tirado en una silla: una silla de ruedas o una camilla con barandales y con el respaldo reclinado, es difícil de distinguir. El músico muestra la laxitud de un hombre al que acaban de acuchillar, y en el rostro la expresión del recién ahorcado. Este músico está enfrentado a un aparatoso órgano: un marasmo de tubos, engranajes y palancas. La cabeza del músico está orlada por una corona de ventosas, de las cuales brota un enramaje de cables que ascienden hacia el útero de una caja metálica. Esta caja distribuye de nuevo los cables hacia los diferentes dispositivos auxiliares: motricidad asistida. De manera que el impulso de tocar un acorde viaja por varios metros de cable antes de su traducción en fuerza mecánica sobre el exoesqueleto que moviliza las extremidades del músico.

Nadie sabe en que aeronave viaja el músico. Este dato rompería la armonía del conjunto.

Me queda, por último, hablar del valle de los Héroes Dormidos. Este valle es una gran brecha abierta sobre la superficie. Al atardecer se puebla de zinimuníes no adultos que descienden desde los poblados llenando el aire con el eco de sus juegos. Este valle está lleno de pequeñas maravillas que los niños atesoran en los faldones de las blusas, de las túnicas: piedras de colorines, caparazones de alimañas, avecitas silbadoras que se dejan acariciar en el cuenco de la mano; a veces uno de los niños encuentra una flor, ¡una flor!, en un recodo y entonces las normas dicen que ha de ejercer como rey hasta un nuevo hallazgo.
Y los Héroes Dormidos son perfectamente olvidados. No es sólo cosa de los niños. Es que la costumbre desencanta, desvirtúa el sentido original de las cosas, y el tiempo hace que todo se vuelva costumbre. Un hombre, si pudiera transcurrir tiempo suficiente en esa situación, se acostumbraría a llevar un puñal de bronce clavado en el muslo.
Ya no se presta atención a los Héroes Dormidos, no en el sentido que se debería. En el sentido original. Pero ¿quién sabe cual fue el sentido original?
Ahora los niños los usan sin verlos. Escalan por las armaduras de piedra, o enlazan cuerdas en el extremo de un brazo armado (una espada que señala el firmamento) para construir columpios, o pasos elevados que conectan un coloso con otro.
Zira es la reina infantil en este momento. Casualmente es la mayor. Aunque todavía su conciencia bucea con tranquilidad en las aguas del juego, hay un misterio que comienza a agitarse en su interior. Emplazada en el yelmo de un titán de piedra dirige las maniobras de sus súbditos, por aquí, por allá... Pero sobre todo se encarga de que nunca halla demasiado alboroto. La música. El sermón diario de sus padres. Si alguna vez dejara de escuchar la música debería salir corriendo para refugiarse en casa.
Zira se descuelga por una liana, va en busca de una piedra de colorines que ha descubierto. La música sigue ahí, como siempre. Ella sabe que obedecería a sus padres ciegamente, llegado el caso. Por amor más que por miedo a las represalias. Sin embargo se encoge de hombros mientras contempla los destellos irisados de la piedrecita.
Ella no puede entender que alguien tuviera intenciones de matar a un niño.

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa.

Albert Einstein

(relee la ortografía de tu triste y hermoso Zinimú)

Lucullus

PD: te comenté ayer, pero aquí no hay nada, hoy estoy más vago y... bueno...

7:02 p. m.  
Blogger a man of no fortune said...

la ortografía, sí, qué horror
sí, comprendo esa pereza, no lo sabes tú bien
gracias de nuevo, Lucullus, amigo

12:23 p. m.  
Blogger a man of no fortune said...

me han dicho que la sensibilidad es gratuita, nos la regalan al nacer; es otra cosa, otro impuesto, el que se ha de pagar
gracias, (r) agua

12:09 p. m.  
Blogger menna said...

شركات تعقيم المنازل من كورونا دبى
شركات تعقيم المنازل من كورونا الشارقة

10:41 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home


directorio de weblogs. bitadir
Bloguisferio.com
Google