improvisaciones y aprovisionamientos

cuentos, garabatos improvisados; también pequeños destellos en forma de palabras que uno va encontrando por ahí­
One Figure, Juan Muñoz
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Nombre:
Lugar: Barcelona, Cataluña, Spain

31.3.05

la grieta



nacemos minúsculos, insignificantes, qué impotencia la del lenguaje o qué ineptitud la mía; diminutos, todo nuevo, folio albo deslizado en la biblioteca de la vida,
un segmento de cielo desde la ventana se proyecta hasta la cuna, una estrella de goma-espuma oscilando sobre nuestra cabecita, una mano que trata en vano de asir,
pero somos esponjas, asimilamos, absorbemos, aprehendemos, nos vamos embebiendo del entorno, pronto erguidos, pronto alcanzar la estrella de goma-espuma, espachurrarla con ademán de desprecio, porqué no superar los barrotes, porqué no seguir nuestra interminable dilatación,
los ojos, los oídos, los poros por los que embebemos el mundo, dibujar un triángulo, marcar un gol, hallar una hipotenusa, conocer una gravedad nueva en el pecho, un trotar de bueyes en el pecho, un rostro, una figura, un olor, una sonrisa en el pecho, un puñal asimilado, una herida embebida,
recorrer los tactos, palpar las formas, los colores, siempre un nuevo reto, una nueva tapia, quizás no ya trepando con desmaña de neonato, sino atravesando, derribando, con el músculo que crece, con el tendón que se expande, con la malla de nervios que prospera,
conocer al otro, principio quizás del declive, como todo clímax, conocer el cuerpo del otro, de los otros, tratar de asirse, en el vértigo de la noche, de la carne, a una estrella que brilla en un segmento de la noche,
esponjarse en el denso vacío de la existencia,
viajar, no desplazarse: entrar las distancias en el corazón de uno, manglares, niños con harapos, animadores, cócteles, chozas de adobe, catedrales como berridos de la piedra en los que duermen poetas embalsamados, yembes construyendo la tarde con hilos de sangre, absorver un desierto, una mata de rascacielos,
esponja esponjándose,
ver aviones en las líneas de la mano, aeropuertos en la otra,
ver entrar la muerte en los hombres como el pico del flamenco entra en las aguas color de vino, acaso tratar de detenerla, tieso en la cabecera de un ser querido, como un inútil espantapájaros,
tocar fondo la quilla de nuestra expansión,
una roca que cede lo que dura un lamento,
empujar,
transportarse unos milímetros, unos años luz, con el esfuerzo de un atlas,
encontrar unas alas de mantequilla en el culo de una botella de whisky,
esponjarse sin fin,
absorber la tierra, el lodo, los detritos, crecer por encima de los acantilados de los sentidos, deshacerse las ciudades entre los dedos como polvorones, aplastar la colilla del mundo, y caminar encorvado por el polvo de estrellas,
claustrofobia del cosmos,
gritar en esa pequeña cueva del universo, gritar hasta la sangre, un eco bufo,
seguir embebiéndose,
atrapado como una mariposa, las valvas asfixiándote, una piel húmeda, una membrana, que te tritura, que te respira,
más,
otro esfuerzo,
más,
de nuevo victoria de tu pecho, de tu diafragma levantándose
¿hasta cuando?,
apartar unos centímetros el cobertor que te ciñe el rostro, como la bolsa de un torturador, ver abajo, ¿dentro de ti?, esa estrella que tu mano antes no alcanzaba,
ahora,
dentro de ti,
comprender que la única salvación es
encontrar la grieta

22.3.05

La Rosa, Robert Walser

En 1925 Robert Walser, escritor predilecto de Franz Kafka, muy apreciado por Robert Musil, Elias Canetti, Thomas Bernhard o Peter Handke, entre otros, puebica su último libro, un conjunto de prosas breves titulado La rosa, en el que aparen reflejados todos los temas de sus mejores obras y de sus más conocidas páginas […] Robert Walser murió mientras paseaba un día de navidad de 1956, cerca del manicomio de Hersiau, donde había pasado los últimos años de su vida.

Editorial Siruela.




Florista: ¿Me compra una rosa?
Arthur: No, hoy no.
Florista: Es lo que le oigo decir cada día. ( A Edgar:) ¿Y usted?
Edgar compra una rosa y se la da a la camarera con la que está hablando.
Arthur: Yo sólo velo por mí, estoy descontento conmigo, pero eso causa buena impresión. Esta camarera es sumamente apetitosa, me respeta y me tiene rabia. Es mejor que si me sonriese. En la vida o nos tienen por bonachones y nos tratan con negligencia, o nos toman en serio y nos evitan. Yo prefiero lo segundo. Hay que resistirse amablemente a las chicas, eso pone de buen humor.
Edgar se levanta, dice adiós y se va.
Arthur (se acerca a la rosa, que la camarera ha puesto en un florero): Él ha sido el noble donante, y yo soy el burdo egoísta. ¿Verdad que la franqueza es simpática? (Huele la rosa) ¿Qué fragancia tan dulce!
La camarera (sonríe divertida): No son los hombres atentos los que impresionan a las mujeres. Miramos con respeto a los desatentos. Nos gustan los ocupados, los absorbidos por algo. (A Arthur) Has venido sólo para comer hasta hartarte. ¿Qué hay detrás de esta frente? (Lo acaricia.)
Arthur: No me consideras insensible.
La camarera: ¡No! Tus ojos te traicionan con demasiada claridad. Solamente finges ser superficial. Conoces el sufrimiento, por eso me inspiras cariño.
Arthur: A partir de ahora te saludaré inclinándome. La rosa que te ha regalado ese señor es bella.
La camarera: Por desgracia no me la has regalado tú.
Arthur: Yo he entregado la mía y dependo de eso. La sinceridad obliga, pero hace feliz.

18.3.05

Profesionalidad

Venimos del mono, vamos hacia la hormiga.

La doctora, en la revisión rutinaria del trabajo, me hace una batida de preguntas sin siquiera dirigirme la mirada.
-¿Se encuentra bien? –una de las preguntas que figuran en el cuestionario, formulada de manera automática.
-No, me encuentro fatal –le contesto. Por primera vez me dirige una fugaz mirada.
-¿Qué problema tiene?, ¿le duele algo?
-No. Es algo emocional, anímico… -hago una pausa, tengo una estúpida necesidad de hablar, de contarle que estoy moralmente hundido en la miseria; pero en el impasible rostro de la doctora leo todos los parámetros de la profesionalidad. En sus gestos, la eficiencia anatómica de un artrópodo.
¿Tiene varices en las piernas?
¿Le duelen las articulaciones?
¿Defeca con regularidad?
Bla, bla, bla…
Maldigo mi circunspección, mi detestable sensatez, como quisiera enajenarme, arrojarme sobre el cuestionario y devorarlo a dentelladas.

Salgo a la calle. Soy consciente entonces del complejo entramado de nichos, de galerías, de despensas que hemos construido nosotras, las hormigas que aún no somos y que siempre hemos sido. Tan profesionales, tan efectivas.
Un mendigo vende pañuelos en una isleta. No es un mendigo, es una cigarra. Le doy una moneda. Me siento aún más miserable.
Sigo circulando por la hilera que me conduce a mi hormiguero oficina. En el ambiente flota el ácido fórmico. Pronto será primavera. Época de recolección.

16.3.05

Sueño

Esta noche he soñado con esa viveza hiperrealista que tienen algunos sueños, que yo mismo me operaba de un riñón.

15.3.05

Díptico de lo extraño



I
Un ejecutivo llega a casa tras una dura jornada de reuniones y al abrir el ropero para colgar la americana se encuentra con un mariachi que plañe un guitarrón y canta un corrido popular de Jalisco. Como la mujer del ejecutivo está en Méjico, en unas conferencias sobre la esquizofrenia, el ejecutivo descarta que sea la estratagema de un amante sorprendido. Tal es su desconcierto, y tan agotado se siente, que lo asimila como una jugarreta de su extenuada mente; así que tras concederle una propina, acompaña al mariachi hasta la puerta de la calle y se despide de él como el que se despide de un sueño.
Al rato le apetece tomar una cerveza, pero justo cuando posa la mano sobre el tirador de la nevera, se ve paralizado por el pánico.

II
El camarero empuja el batiente con el trasero para proteger el carrito con las bandejas. Le sorprende un extraño silencio. Al girarse comprueba que en el salón no hay nadie, los comensales han desaparecido. Sin embargo, puede observar algunas americanas, chaquetas y fulares reposando sobre los respaldos. El eco de alguna tos, de alguna carcajada aletea entre las lámparas. Los músicos de la orquesta han comenzado sus afinamientos de insecto. Por los rieles de sol que se cuelan en el salón van danzando imperceptibles y doradas motas de polvo, baile trascendental de lo minúsculo.

10.3.05

Los días



Todos los días caben en el cuaderno de un niño, y todos los niños caben en un solo día.
Los días negros son ideales para pintar al pastel, también son una buena oportunidad para jugar al escondite o escuchar música barroca.
Los redondos no llevan a ninguna parte.
En los días azules me disfrazo de nube o de señor que va trabajar en autobús.
Hay días rotos y días pegados con celo.
Días que me gustaría despedazar a dentelladas.
Días que son un colage de otros días.
Hay días inmaculados en los que de repente se inmiscuyen unas tijeras de punta redonda.
En los días amarillos se comen más helados.
Soy una flor secándose entre las páginas de los días.
Los días cuadriculados son mera ficción.
Días que tiran la mano y esconden la piedra.
Días copiados.
Días que son un caminito por el que se llega a una casa de miniatura. Un hombre o un garabato cabizbajo entraría en la casa flexionado. Mucha luz. Un corredor con mucha luz, un envoltorio de luz puede ser mucho más claustrofóbico. A fin de cuentas la oscuridad no es nada. Un hombre garabato, que para adentrarse en la casa debería ir abriendo puertas cada vez más pequeñas, cada vez avanzar más encorvado. Más tarde a gatas. Luz, mucha luz. Corredor de paredes encaladas. Quizás alguna maceta con geranios dibujados, quizás alguna fotografía soñada. Avanzar reptando el hombre garabato por puertas diminutas, hasta quedar encallado en una que le resulta imposible superar. Luz, mucha luz. Darse cuenta el hombre garabato en ese momento de que su estupidez va a ser su desgracia. Reír el hombre-garabato con toda la fuerza de sus trazos.
Entonces, afuera, afuera, un niño dibujaría un sol que es un reloj-despertador asesino. Muchos pájaros como cejas que echaran a volar desde los rostros de los transeúntes.

9.3.05

Apnea vital



en el fondo, en el fondo
en lo más profundo del dolor
hay un arrecife de luz
donde siempre es primavera

8.3.05

El color del cielo



como estoy de secano, rescato un viejo cuento

-Oiga..., oiga... ¿Puede contestarme?, ¿me comprende? No, no trate de hablar: no puede. Está usted inconsciente. En verdad, está usted clínicamente muerto. Pero, no se preocupe, lo arreglaremos, lo arreglaremos, ya verá. Y ahora trate de comunicarse conmigo a través de sus pensamientos, como si dialogara consigo mismo.
-¿Qui... quién es usted?
-Soy..., somos de la Sanidad y el Orden, ya sabe, nos ocupamos de que todo vaya bien. Nos estamos comunicando con usted a través de un transmisor telepático. Es la única forma. El accidente, entre otras cosas le destrozó la mandíbula y la mayor parte de estructura facial; pero no se preocupe, lo arreglaremos: todo tiene solución.
-¿Van ustedes a curarme? ¿Volveré a ser como antes?
-Quedará usted como nuevo. Aunque llevará cierto tiempo. -Pero... -¿Qué ocurre? El dispositivo analítico-emocional nota unas perturbaciones en el neurocórtex, ¿no desea que le restablezcamos?, ¿no quiere volver a ser útil a la Corporación? No mienta, sabe que no puede embaucar al dispositivo analítico-emocional. ¡Estamos dentro de usted! ¡Somos su conciencia! Dígame ¿cómo ocurrió el accidente?
-Yo..., estoy agotado, no puedo pensar.
-Haga un esfuerzo, pronto descansará.
-La plataforma. Un error mecánico. Yo perforaba una veta... Uranio, era una veta de uranio, la radiación debió desorientar los controles electromagnéticos de la plataforma, que me embistió y me arrastró por el túnel.
-No diga idioteces. La radiación del uranio no puede atravesar el escudo cuántico. Queremos saber por qué trató de desviar la plataforma. Fue usted quien deliberadamente manipuló la consola. ¿Por qué lo hizo? ¿Cómo llegó a conseguir la información? El código cúfico-poliédrico es inaccesible para ningún obrero.
-Estoy cansado, quiero dormir.
-Si nos contesta, le dejaremos descansar, se lo aseguramos. Si no..., tenemos todo el tiempo del mundo. Todo el tiempo para saber la verdad. La Cooperación no tiene prisa.
-El cielo, el cielo...
-¿Qué?
-Quería ver el cielo. Sé que es de color azul, pero ¿cómo es el color azul? Yo solo quería verlo una vez, sólo una. Para luego poder soñar con él.
-Está usted delirando. La Superficie no existe: es un mito, una fantasía neurótica. Estas supercherías no son buenas para los miembros de la Corporación. Erradicaremos ese mal. Lo borraremos de su mente, se sentirá mucho mejor. No se preocupe. Lo arreglaremos, ya verá. Díganos ¿cómo averiguó el código?
-Déjenme morir, por favor.
-¿Qué quiere, jugar? Tenemos medios..., su mujer y sus hijas, no querrá que les ocurra nada ¿verdad?
-Me fijé en los ingenieros, ellos me lo mostraron sin querer.
-Pero esto solo puede... Hum, el diagnóstico holístico-intelectual le da a usted un coeficiente 175. Alguien se equivocó, usted no debería haber sido un obrero. No se preocupe. Lo arreglaremos, lo arreglaremos, ya verá. Todo estará en el sitio que debe estar.
-Quiero morir. ¡Déjenme morir, malditos hijos de perra!
-La Corporación no puede permitir eso, la muerte está en contra de sus principios. Ahora relájese, descanse. Cuando despierte todo volverá a ser como antes. Le libraremos del dolor, de la angustia. Cuando despierte usted será un feliz obrero más de la Corporación. Felices sueños.

3.3.05

Desobdiencia civil (Henry David Thoreau)

Del poeta estadounidense Henry David Thoreau.
Fragmento. Para leer el texto completo:

Desobediencia civil



Acepto plenamente la divisa: el mejor gobierno es el que menos gobierna, y quisiera verlo actuar en este sentido más rápida y sistemáticamente. Realizada, equivale en última instancia a esto en lo que también creo: el mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto, y cuando los hombres estén preparados para él, éste será el tipo de gobierno que todos tendrán. El gobierno es, bajo óptimas condiciones nada más que un recurso, pero la mayoría de los gobiernos suelen ser, y a veces todos los gobiernos son inoportunos. Las objeciones que han sido planteadas contra la existencia de un ejército regular, son muchas y de peso. Finalmente éstas pueden también aplicarse a un gobierno establecido. El ejército regular no es más que un tentáculo del gobierno establecido. El mismo gobierno, que sólo es el medio escogido por el pueblo para ejecutar su voluntad, está igualmente sujeto a sufrir abusos y corrupción antes de que el pueblo llegue a actuar a través de él. Lo prueba la actual guerra mexicana, obra de relativamente pocos individuos que utilizan el gobierno establecido como instrumento personal, ya que, al principio, el pueblo no habría aceptado este proceder.

¿Qué es este gobierno norteamericano si no una tradición, aunque reciente, que se propone transmitirse a sí misma intacta a la posteridad, pero que a cada instante pierde parte de su integridad? No tiene la vitalidad ni la fuerza de un solo hombre viviente, ya que un solo hombre puede doblegarlo a su voluntad. Es una especie de pistola de madera para la misma gente. Pero no por esto es menos necesario ya que el pueblo debe tener algún aparato complicado, o lo que fuere, y escuchar el ruido que produce para satisfacer la idea que tiene de gobierno. Así, los gobiernos demuestran cuán exitosamente se les puede imponer a los hombres y, los hombres a su vez, imponerse a sí mismos para su propio beneficio. Esto es excelente, todos debemos admitirlo. Sin embargo este gobierno nunca fomentó por sí mismo ninguna empresa que no fuera el empeño con que se apartó de su camino. El no mantiene libre al país. El no coloniza el oeste. El no educa. El carácter inherente al pueblo norteamericano es el autor de todo la que se ha realizado, y habría hecho algo más si el gobierno no se hubiese interpuesto a veces en su camino; ya que el gobierno es un recurso por el cual los hombres accederían gustosos a dejar a los demás en paz, y como hemos dicho cuando más oportuno es, es cuando deja más en paz a los gobernados. Si el intercambio y el comercio no fuesen maleables, jamás conseguirían librar los obstáculos que los legisladores les colocan continuamente en el camino. Si hubierá que juzgar plenamente a estos legisladores por los efectos de sus acciones y no parcialmente por sus intenciones, merecerían que se les colocase y castigase junto con las personas nefastas que obstruyen las vías férreas.

1.3.05

Necrofilia

El arte verdadero es o debería ser efímero.
Todo lo que huele a clásico, huele a podrido, como el dinero, no más que un producto mercantil.
¿Qué charlatanería es ésa de la universalidad?
Los museos son cementerios. Hay mucha más vida en el cuaderno de un niño.
¿Los libros? Féretros de papel en los que, como gusanos, devoramos las ideas muertas.
Nos vemos abocados a la necrofilia.
Me parece que sólo se salva de toda esta necrosis la música, por el simple hecho de carecer de cuerpo.
Altamira: un capricho macabro del destino. Los hombres del futuro no verán búfalos improvisados, nuestros búfalos del siglo XXI; verán sólo cadáveres en nichos de oro.
Arte hecho con la llamarada de un mechero, con una burbuja ahumada, con una lágrima, con una sonrisa, con un vaciado en semen, con heces ¿qué idiota ha criticado el arte excrementicio?, con esa súbita iluminación en el entramado de conexiones sinápticas que después el escritor, el artista, aborta sin remedio, en el papel, o en el medio que se le antoje, con sus fetales e impotentes esfuerzos.
Devorémonos en vida.


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